A finales del pasado mes de agosto, un avión de transporte Galaxy de la Fuerza Aérea estadounidense aterrizaba en el Centro Espacial Kennedy, en Florida, llevando a bordo uno de los instrumentos científicos más complejos –y caros– jamás construidos, el Espectrómetro Magnético Alfa (AMS-02). Dicho instrumento será instalado en la Estación Espacial Internacional, hacia donde volará en el transbordador de la NASA Endeavour en febrero de 2011.
AMS-02 ayudará a los científicos a entender mejor el origen y la estructura del Universo gracias a su capacidad para observar la antimateria y la materia oscura. Dotado con un imán que genera un campo magnético cuatro mil veces más potente que el campo magnético de la Tierra, este detector de física de partículas de última generación podrá examinar desde el espacio todas las partículas elementales que pasen a su través, obteniendo además información sobre las diferentes fuentes de radiación cósmica que pueblan el Universo. De este modo, tanto los físicos de partículas como los astrónomos se beneficiarán de los datos de este instrumento, cuya vida operativa será la misma que la de la propia Estación Espacial, al menos hasta el año 2020.
Ángel Gómez Roldán es Divulgador científico especializado en astronomía y ciencias del espacio, y director de la revista "AstronomíA".
Buckmins… ¿qué? Con ese impronunciable nombre es como se conocen unas moléculas con 60 átomos de carbono y que adoptan la forma de un poliedro convexo con caras pentagonales y hexagonales; es decir, como un balón de fútbol. El nombre de marras viene dado por el parecido de la molécula con las estructuras geodésicas construidas por el arquitecto Richard Buckminster Fuller.
Estas moléculas, descubiertas en un laboratorio a finales del siglo pasado, están siendo muy estudiadas por sus aplicaciones en nanotecnología, electrónica, medicina y ciencias de los materiales, entre otras, pero apenas se las había observado en la naturaleza, y nunca fuera de nuestro planeta.
Por ello, la noticia de que un equipo de astrónomos, usando el Telescopio Espacial Spitzer, ha encontrado que un tanto por ciento del carbono de la nube de polvo que rodea a una nebulosa planetaria contiene buckminsterfulerenos ha sido toda una sorpresa.
El hallazgo muestra que estas moléculas complejas pueden existir en el espacio. Uno de los investigadores que ha participado en el estudio, de la universidad canadiense de Ontario Occidental, afirma que es particularmente relevante debido a que los fulerenos poseen propiedades únicas que los hacen jugar un papel importante en todo tipo de procesos físico-químicos que tienen lugar en el espacio interestelar, y que hasta ahora se desconocían.
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Impresión artística de las moléculas de buckminsterfulerenos y una nebulosa planetaria. (NASA/JPL-Caltech)
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NASA Telescope Finds Elusive Buckyballs in Space for First Time
Ángel Gómez Roldán es Divulgador científico especializado en astronomía y ciencias del espacio, y director de la revista "AstronomíA".
El telescopio espacial de infrarrojos WISE, lanzado por la NASA en diciembre del año 2009, finalizó su primer mapa completo del cielo a mediados del mes de julio de 2010 con más de un millón y medio de imágenes.
WISE, acrónimo de Wide-field Infrared Survey Explorer, es un pequeño telescopio de 40 cm de abertura que gira en una órbita polar terrestre y cuyo objetivo es realizar un mapeo de gran campo de toda la esfera celeste en longitudes de onda del infrarrojo con el fin de catalogar, entre otros objetos, galaxias poco luminosas, estrellas enanas marrones y asteroides oscuros de nuestro Sistema Solar, cuerpos muy difíciles de observar con telescopios desde tierra. De estos últimos objetos, los asteroides, el telescopio orbital ha observado más de cien mil, la mayoría de ellos desconocidos, lo que da fe de la capacidad de este modesto pero tenaz instrumento. Aunque su misión fundamental ya se ha cumplido, a WISE aún le queda suficiente hidrógeno sólido –para enfriar sus detectores y poder observar adecuadamente en le infrarrojo– quizás hasta el mes de noviembre, lo que le permitirá cubrir de nuevo la mitad del cielo y complementar el mapa ya realizado. Los astrónomos esperan gran cantidad de nuevos descubrimientos cuando comiencen a estudiar en detalle este gigantesco mapa.
Créditos imagen: Impresión artística del telescopio espacial WISE con la Vía Láctea en el infrarrojo de fondo. (NASA/JPL-Caltech)
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NASA WISE Mission to Complete Extensive Sky Survey
WISE mission completes first glance through universe
Ángel Gómez Roldán es Divulgador científico especializado en astronomía y ciencias del espacio, y director de la revista "AstronomíA".
Un equipo de geólogos del Instituto de Tecnología de California (Caltech) junto con colegas de la Universidad de Tennessee, EE.UU., han encontrado grupos de hidroxilos ligados al mineral apatita en muestras de una roca volcánica lunar traída a la Tierra por la misión Apollo 14. El descubrimiento, publicado recientemente en la revista Nature, tiene de relevante que el anión hidroxilo es un “pariente” químico cercano del agua, por lo que su hallazgo viene a demostrar que ha habido procesos geológicos en la Luna capaces de generar este mineral hidratado.
Las últimas observaciones espectroscópicas de la Luna llevadas a cabo desde sondas espaciales han revelado que el hidrógeno, constituyente del hidroxilo, está presente en su superficie, incluso en forma de hielo de agua, aunque su procedencia puede ser externa a través de los choques de núcleos cometarios. El descubrimiento del equipo liderado por el Caltech, sin embargo, confirma que el hidrógeno, y, por lo tanto, casi con seguridad el agua, forman parte de la misma historia geológica de la Luna desde su origen. Ello demuestra una relación química y geológica entre la Tierra y la Luna mayor de lo que se pensaba, con las consiguientes implicaciones para la teoría de formación de nuestro satélite a partir de una colisión con la Tierra hace más de 4.500 millones de años.
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Roca lunar traída a la Tierra por la misión Apollo 14. - NASA/JSC.
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Ángel Gómez Roldán es Divulgador científico especializado en astronomía y ciencias del espacio, y director de la revista "AstronomíA".
Ha sido en el Gabón donde se ha demostrado por primera vez que ya existían seres pluricelulares hace más de 2.000 millones de años. El hallazgo y estudio por un grupo internacional de científicos de más 250 fósiles en un excelente estado de conservación ha enterrado la idea de que la vida compleja se remonta a hace 600 millones de años.
Recordemos que los seres vivos existen desde hace 3.500 millones de años. Primero surgieron los organismos procariotas, seres unicelulares carentes de núcleo. Después aparecieron los eucariotas, organismos más complejos que se distinguen de los procariotas sobre todo por la presencia de un núcleo con ADN y que pueden ser unicelulares o pluricelulares. Y hace 600 millones de años tuvo lugar la explosión del Cámbrico llamada así por la extraordinaria proliferación de seres vivos que tuvo lugar.
El Proterozoico, de 3.500 a 600 millones de años atrás, es un período árido en datos. El descubrimiento de estos fósiles, demasiado grandes y complejos para ser procariotas o eucariotas unicelulares , indica que ya existían diferentes tipos de vida pluricelular en los comienzos del Proterozoico. Dicho logro ha merecido la portada de la revista Nature.
Créditos imagen: Macrofósil multicelular encontrado en el Gabón – CNRS Photothèque/Kaksonen
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Découverte de l'existence d'une vie complexe et pluricellulaire datant de plus de deux milliards d'années.
Annia Domènech es Licenciada en Biología y Periodismo. Periodista científico responsable de la publicación caosyciencia.