Occidente se hundía en la oscuridad de la Edad Media mientras en el mundo árabe - un vasto territorio que en el mapa actual abarcó desde Andalucía hasta la China y la India - las ciencias disfrutaban de una eclosión equiparable a la acaecida en la época griega o a la que protagonizó la Europa del siglo XVII.
El Sol está a punto de ponerse en la alta montaña. A casi 2.400 metros de altura, los motores de las cúpulas de los telescopios del Observatorio del Roque de los Muchachos rompen el silencio de la cumbre volcánica de la isla canaria de La Palma. Comienza una nueva jornada de trabajo que se prolongará hasta el amanecer.
A esa hora tardía ya no quedaban visitantes. Los módulos permanecían en reposo, sin nadie apretando sus botones, tirando de sus palancas o girando sus manivelas. En un espacio destacado del Museo de la Ciencia, se encontraba un pequeño universo a escala. Era copia del Gran Universo.
Nuestro universo está formado mayoritariamente por hidrógeno, oxígeno, carbono, nitrógeno, fósforo... Son los mismos átomos que nos constituyen como criaturas orgánicas, pero en el espacio interestelar están en forma inorgánica.
Una bombilla estaba durmiendo tranquilamente, arropada por la oscuridad, cuando, de repente, alguien accionó el interruptor. Inmediatamente, un haz de luz llenó la habitación. Despertada de la siesta que le gustaba echarse aprovechando la ausencia de gente en casa, se desperezó disponiéndose a trabajar. En ese momento, la apagaron otra vez.
La vida está llena de pequeños momentos de irrealidad, y también de realidades que parecen ficciones. Los avances tecnológicos logrados durante el siglo pasado han permitido realizar sueños que antaño parecían imposibles, como bajar al fondo del mar o subir hasta las estrellas.