El tiempo corre tan sin prisa que es imposible retenerlo. Para compensar semejante libertinaje, se intenta fijar y controlar, predecir cuándo va a ocurrir qué. A lo largo de la historia, se ha ordenado y desordenado muchas veces. Finalmente, parte del mundo se ha puesto de acuerdo en utilizar el mismo patrón: el calendario Gregoriano, un calendario solar de 365,2425 días de duración.
Un día alguien jugaba a la peonza en el despacho con la excusa de estudiar su equilibrio dinámico. Al poco rato, ya tenía a dos colegas enseñándole cómo se lanzaba, con ejercicios prácticos incluidos. Por supuesto, el experimento se realizó a puerta cerrada, para evitar perturbaciones externas que modificaran el resultado final.
Ni siquiera los agujeros negros se libran del escrutinio de los científicos. Estos objetos, de los más discretos del Universo, siempre han pretendido llevar una vida tranquila, alejada de las miradas indiscretas. Para conseguirlo, no dudan en tragarse todo lo que se les acerque, especialmente la luz, que puede delatar su presencia. Sin embargo, sus esfuerzos han sido en vano, ya que los astrofísicos se las han ingeniado para estudiarlos y desvelar sus secretos.
"Para nosotros los Inuit, las auroras son los espíritus de los muertos subiendo al cielo. Si las silbas, los espíritus se acercan y pueden llevarte con ellos, y si las ladras, se alejan. Es lo primero que aprenden los niños." Julia, nativa Inuit de Tasiussaq, Groenlandia 2000
Parecía la Luna despistada en su trayectoria. Hizo sombra a la Tierra y la noche llegó en pleno día. Los animales nocturnos salieron de sus escondrijos y los que viven de día se acostaron sin sueño.
Los grandes descubrimientos y conquistas del hombre siempre han seguido pautas parecidas de sometimiento y prácticamente exterminación, por molestos y otras razones, de los locales a los que, además, se ha tratado de imbuir de creencias ajenas en aras de educarlos y convertirlos en "personas".