Aunque es cierto que se sumará un segundo justo antes de la medianoche del día 31 de diciembre de 2005 (hora en Tiempo Universal), el resto de afirmaciones de este artículo son producto de una imaginación fantasiosa con el Día de los Inocentes como excusa. La explicación científica llegará mañana, penúltimo día del año.
De nuevo se acaba el año, pero esta vez con un segundo de más. Es decir, en lugar de 31.536.000 segundos, resultado de multiplicar 365 días x 24 horas x 60 minutos x 60 segundos, habrá 31.536.001.
El motivo de semejante generosidad segundera no es otro que la última concesión de los premios Nobel, en los que, como recompensa adicional, se dio al ganador de Física la posibilidad de dejar su impronta en el Universo modificando el tiempo tan arbitrariamente como quisiera.
Dicho científico, por supuesto eminente, se cuestionó si alargar o acortar el año, y cuándo hacerlo. Como le quedaban muchas posibilidades por investigar, se decidió por sumar vueltas al reloj, en lugar de dejarle reposar un poco más de lo anualmente previsto.
Escoger el momento que debía prolongarse por segundos, minutos, horas e incluso días le costó, pero acabó razonando que es cuando se acaba el tiempo que más falta hace, así que lo ubicó justo antes de la finalización del año.
Sin embargo, fue grande su desilusión al serle notificado que el periodo extra del que dispondría sería de sólo un segundo. Computó rápidamente cuántos suman un año, recordó su edad (como buen científico carecía de memoria para las cosas mundanas) y, tras dividir el segundo extra entre todos los que había vivido, se dio cuenta de que el regalo que le hacían era prácticamente cero.
Decepcionado, reclamó un mayor impacto temporal, de un mínimo de un día, para poder recordar después en qué lo había utilizado. Es bien sabido que un segundo no da casi ni para un pensamiento. Sin embargo, su solicitud le fue denegada con una explicación incómoda. En ella se le recordaba que los grandes científicos de la historia no habían podido ni siquiera disponer de un segundo. Esto había llevado a uno de ellos, llamado Albert Einstein, a desarrollar una compleja teoría llamada de la Relatividad Especial, que defiende que a velocidades cercanas a la de la luz el tiempo se ralentiza, con lo cual da más de sí. Por lo que parece, Einstein corría en bicicleta todas las noches intentando alcanzar el haz luminoso del faro, pero nunca logró ganar ni un segundo.
Teniendo en cuenta que en ese momento se celebraba el centenario de dicha teoría, el científico eminente no osó quejarse otra vez y se conformó con repetir a todo el mundo que el año 2005 tendría un segundo de más gracias a él. Ni Galileo ni Newton ni Einstein podrían haber dicho lo mismo.
Autor: Gotzon Cañada
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Annia Domènech es Licenciada en Biología y Periodismo. Periodista científico responsable de la publicación caosyciencia.
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