Un fin de año rezagado

Annia Domènech / 30-12-2005

Es el 31 de diciembre de 2005, y la medianoche tarda un segundo más en llegar de lo habitual. No es que la espera se haga larga, pero los relojes más que precisos requieren un ligero ajuste para no adelantar al tiempo. La razón de esta tardanza no es la recompensa para un investigador premiado, como algunos bromistas afirmaron en el día de los Inocentes, sino una cuestión de orden temporal.

Dicho segundo pertenece al año que termina considerado en Tiempo Universal Coordinado (UTC). Éste no siempre coincide con el tiempo oficial local de cada lugar, que varía según su posición y la época del año. En Madrid, París y Berlín, de acuerdo con su horario de invierno (UTC + 1 hora), serán las 00h 59’ 59’’ del 1 de enero de 2006 cuando ocurra el mencionado acontecimiento.

No es algo frecuente lo de intercalar un segundo. Es cierto que el cambio no es notorio, pero es que la causa también es discreta: la ligera tardanza que adquiere la Tierra en su giro sobre ella misma a largo plazo. La rotación terrestre, que marca los días y las noches, se retrasa por la atracción del Sol y la Luna. También se ve influida por sus componentes, tanto internos (el núcleo y el manto) como externos (la atmósfera y los océanos).

Ponerse de acuerdo sobre qué hora es no es nada sencillo. De hecho es una discusión que todavía no ha acabado, aunque en momentos anteriores una discrepancia de segundos habría sido risible. Hasta finales del siglo XIX se utilizaba la hora del Sol: era mediodía cuando éste pasaba por el meridiano del lugar, lo que implicaba que la hora dependía de la longitud del sitio. En Estados Unidos, un país bastante alargado, en 1833 una persona podía vivir hasta en 75 horas diferentes según dónde se encontrara. Este hecho, que no era demasiado problemático cuando los relojes eran imprecisos y los viajes inacabables, se agravó con la introducción del telégrafo y el tren. Entonces se vio la necesidad de que el tiempo no fuera tan inconstante.

Para unificarlo, se decidió que había que escoger un meridiano cuyo tiempo medio fuera considerado el Tiempo Universal. No era la primera vez que se optaba por utilizar un meridiano como referente. Durante varios siglos pasó por la isla canaria de El Hierro, que hasta 1492 fue el extremo más occidental del mundo conocido.

En el s. XIX había dos candidatos: el meridiano de París y el de Greenwich. Los meridianos son las líneas de longitud constante que se extienden de polo a polo, como los gajos de una naranja pelada. Cada uno de ellos cruza el ecuador. El ángulo de longitud se mide al este o al oeste del meridiano de longitud cero, dependiendo de dónde se encuentra con el ecuador el meridiano correspondiente. Esa vez ganaron los ingleses, lo que despertó no poco descontento en el país vecino, como refleja un texto legal francés de la época: "la hora legal en Francia y en Argelia es la hora, tiempo medio de París, retrasada 9 minutos 21 segundos".

Durante años, el Tiempo Universal continuó basándose en la rotación terrestre, a pesar de su informalidad, hasta la introducción de los relojes atómicos en los años cincuenta. El tiempo no depende hoy en día únicamente del giro de nuestro planeta, sino también de 250 relojes ubicados en distintos países. Juntos permiten calcular el Tiempo Universal Coordinado (UTC), que es tan preciso que acaba distanciándose del establecido por la rotación terrestre. Dicho desacuerdo temporal podría ser enojoso en algunos campos de precisión, así que en 1972 se decidió que nunca debería superar un segundo.

Y es aquí donde aparecen en escena los segundos intercalares. Cada vez que se acerca a un segundo la diferencia entre el tiempo ligado a la rotación de la Tierra y el UTC, con tal de reducir la distancia entre ambos se añade un segundo al calculado por los relojes atómicos (UTC). Es el Departamento de Sistemas de Referencia Tiempo-Espacio (SYRTE), del Observatorio de París, el que toma la decisión de añadir o no un segundo, lo que será después puesto en práctica por las autoridades internacionales y nacionales responsables de la difusión del tiempo. En España, será el Real Instituto y Observatorio de la Armada en San Fernando (Cádiz) el ejecutor de pasar de las 23 horas, 59 minutos y 59 segundos del 31 de diciembre en UTC, a las 23.59.60 y luego a las 00.00.00 del 1 de enero de 2006, añadiendo así el segundo.

Como se ha dicho antes, la organización temporal continúa suscitando controversia. Desde hace algunos años, se discute la conveniencia de desligar el UTC de la rotación de la Tierra, en cuyo caso no habría que añadir más segundos intercalares, y los franceses perderían su pequeño control sobre el tiempo.

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El autor

Annia Domènech es Licenciada en Biología y Periodismo. Periodista científico responsable de la publicación caosyciencia.

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