En los años veinte del siglo pasado, surge en España un periodismo típico de prensa de masas: aumenta la producción de periódicos, disminuyen los precios, las imprentas se renuevan, la publicidad se vuelve agresiva y se dedica más espacio a la imagen. El periodismo empieza a dejar de ser una ideología para convertirse en un modo de lograr beneficios.
Las mejoras en las comunicaciones y en los métodos de producción son determinantes: crece el número de linotipias y de rotativas, las líneas telefónicas y la actividad telegráfica. Asimismo, las agencias de noticias empiezan a expandirse. Con el incremento demográfico y también de alfabetización, lee el periódico más gente, que se concentra en las ciudades. Como resultado, Madrid y Barcelona poseen la mayor parte de la prensa estatal.
Hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, la prensa disfruta de una libertad relativa. Para que el periódico pueda continuar saliendo en caso de conflicto con las autoridades, se utiliza la figura del "director de paja", que es quien va a prisión.
A principios de ese mismo año, del 22 al 28 de febrero, uno de los científicos más emblemáticos de la Historia, Albert Einstein, visita Barcelona, donde imparte un curso sobre su teoría de la Relatividad Especial (1905) en el Institut d’Estudis Catalans. Llega procedente de Japón y Palestina, y después se dirige a Madrid y Zaragoza.
En ese momento, el sabio alemán era la figura de moda. Su presencia en la Ciudad Condal supuso un acontecimiento no sólo en el mundo científico, también en el cultural y social. La mayoría de los periódicos informaron sobre las tres conferencias que impartió, su disertación en la Academia de Ciencias, la recepción que se le ofreció en el Ayuntamiento, su visita al Sindicato Único de la Distribución y la partida hacia Madrid.
Los artículos, muchos de los cuales se titularon Einstein en Barcelona, se ubicaron generalmente en una sección "cajón de sastre" de política, sociedad, cultura, religión y otros. Ocasionalmente se habló de Einstein en secciones de opinión, como en Ecos de El Día Gráfico, o en los Fulls de Dietari de La Publicitat. Los textos no solían ir firmados, excepto en los escritos de autor o de científicos. La prensa soslayó con frecuencia el problema de explicar la Relatividad con descripciones "de ambiente" y comentarios jocosos.
"¿Qué dijo el doctor Einstein? Si difícil le ha sido al profesor resolver el complicado problema de la relatividad, más difícil es aún para `el chico de la prensa´ trasladar a las cuartillas lo que expone el ilustre conferenciante. Y es conveniente confesar llana y simplemente nuestra insuficiencia a escribir vaguedades", publicó El Noticiero Universal a propósito de una de las charlas (28 de febrero de 1923).
El entonces director del Diario de Barcelona, Joan Burgada, afirmó que "la misión de la prensa se reduce a señalar la presencia del sabio y a reseñar modestamente y de un modo oficioso el desarrollo de sus conferencias (...) no para indagar la causa, sino para recoger el efecto; no para indagar la sustancia, sino para señalar el fenómeno".
De hecho, la mayoría de los textos fueron realizados por periodistas o columnistas intelectuales. Carles Soldevila afirmó en sus Fulls de Dietari de La Publicitat, el 25 de febrero de 1923, que Einstein era popular "porque unos pocos centenares de matemáticos habían decidido que era digno de serlo". Y el resto del público aceptaba esta decisión como un acto de fe.
Otros literatos, como Josep Mª de Sagarra, confesaban directamente que no entendían nada (La Publicitat, 4 de marzo de 1923): "He asistido a las conferencias de Einstein seguro de que no entendería nada de sus explicaciones, incluso con un poco de miedo de hacer el ridículo papel de dormirme. He entrado en las conferencias sin decir nada a nadie, como si me diera vergüenza, venciendo el hecho que pudieran pensar de mí que era un pedante y que allí nadie me reclamaba".
Sagarra reconoce su ignorancia, pero reivindica el interés por la Relatividad puesto que es cultura. De hecho, la mayoría de los comentaristas de prensa afirmaron que la teoría era incomprensible excepto para los científicos. Soldevila, por ejemplo, dijo que se había visto obligado a elogiar lo que no podía entender.
Otros se esforzaron más. El periodista Juan Barcelona coincidió en la recepción en el Ayuntamiento con el compositor Jaume Pahissa, quien había escrito sobre el trabajo de Einstein y quien se lo resumió de un modo muy comprensible. Barcelona transcribió la explicación que le hizo en el artículo La Teoría de la Relatividad - El profesor Einstein y el maestro Pahissa (El Día Gráfico, miércoles 28 de febrero de 1923). Resulta curioso que Pahissa reivindicó poder comentar "la maravillosa teoría", ya que Einstein también invadía su terreno de músico al tocar el violín.
Es indiscutible que el científico alemán era también una figura social. En El Diluvio del 24 de febrero de 1923, Einstein es calificado como poseedor de "grandeza moral", puesto que se había negado a firmar el manifiesto de los sabios alemanes a favor de la política invasora de su país: "Como las leyes de Newton eran falsas, también lo eran las de Alemania".
Durante la visita al Sindicato, se supone que pronunció la frase "Yo también soy un revolucionario, pero en el terreno científico (...) Como científico me preocupan también las cuestiones sociales". Aunque lo negó más tarde asegurando que él no era un revolucionario, ni siquiera en ciencia, y que no creía en una sociedad socialista; la frase fue aireada una y otra vez, sobre todo en las publicaciones anarquistas.
Pese a lo que pueda parecer, también hubo artículos científicos, que aparecieron principalmente tras la visita del profesor, como los de Ferran Tallada y Josep Comas i Solà en la sección Artículos y Comentarios de La Vanguardia del mes de marzo de 1923.
Ferran Tallada, profesor de la Escuela Industrial, popularizó la teoría de la Relatividad con tres artículos: Einstein en Barcelona, La noción del tiempo y la teoría de la Relatividad y La contracción de los cuerpos en el movimiento relativo. A pesar de destacar el éxito de las conferencias, puntualizó que "parece deducirse que, en general, hecha excepción de los especialistas, no han encontrado al público con la preparación adecuada para asimilar los nuevos conceptos, dejando los ánimos en suspenso y llenos de turbación y desaliento". Asimismo se queja de la especialización existente en el campo científico.
Por su parte, Josep Comas i Solá, científico antirrelativista, afirmó en Las Conferencias del Profesor Einstein, que "estamos asistiendo desde hace algún tiempo a un fenómeno de psicología colectiva sumamente notable y que con seguridad no tiene otro igual en la historia de los hombres. Desde algunos años a esta parte ya se manifestaba entre el público una invencible curiosidad, rayana en la inquietud, por conocer la denominada Teoría de la Relatividad. (...) Nada tan curioso como observar la avidez con que no poca cantidad de público, y no del menos ilustrado, pero que jamás habrá abierto un libro de Matemáticas, ni en su vida se habría preocupado lo más mínimo por una cuestión de Física, se ha precipitado para oír y ver a Einstein y enterarse de tan sensacionales revelaciones. (...) Pero lo peor es que ese público (...) ha quedado más desorientado que antes a causa de no haber entendido nada". También afirma que "La teoría de la Relatividad no tiene el menor valor práctico dentro de la vida humana". Comas i Solà creía que todo ello sería olvidado. Se equivocó.
Autor: Gotzon Cañada
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Annia Domènech es Licenciada en Biología y Periodismo. Periodista científico responsable de la publicación caosyciencia.
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