El mejor modo de saber qué se esconde en el interior de un pepino es partiéndolo, pero si midiera unos seis kilómetros de largo (por 2,4 de ancho) y estuviera a más de 400 millones de kilómetros de la Tierra, la estrategia a seguir sería, seguro, ligeramente distinta. El cometa 9P/Tempel 1, con las características mencionadas, encima no para quieto, sino que se desplaza a través del espacio a unos 24 km/s.
La nube de Oort, diez mil veces más alejada del Sol que la Tierra, y el cinturón de Kuiper, situado más allá de la órbita de Neptuno, son las dos principales fuentes de cometas del Sistema Solar. Un cometa está formado de hielo y polvo (núcleo), rodeados por una nube de gas y polvo (coma) y con una, también de gas y polvo, cola, que es el “pelo largo” (en griego, “kometes”), responsable de su nombre. Tanto la coma como la cola se forman cuando, en su órbita elíptica, se acerca al Sol y el calor funde el hielo que constituye la mitad del cometa.
Estas bolas de nieve sucia, de unos 4.500 millones de años, que es la edad del Sistema Solar, son relativamente jóvenes: el Universo tiene 13.700 millones de años según las últimas estimaciones. A diferencia de los planetas, no se han transformado con el tiempo, puesto que han permanecido congeladas en “Oort” o “Kuiper”. Por ello, los científicos sueñan con que el material primigenio se encuentre simplemente bajo una corteza fina.
Hace aproximadamente medio año, algunos investigadores curiosos del Jet Propulsion Laboratory (Laboratorio de Propulsión a Chorro) de la NASA mandaron al cometa Tempel 1 una sonda con sorpresa: un proyectil de un metro de diámetro destinado a impactar contra su núcleo. Mientras, la sonda, de nombre Deep Impact (Impacto Profundo), iba a pasar a una distancia segura (unos 500 km por debajo), bien atenta a lo que ocurriera, aunque no sería la única. Otros observatorios, tanto desde tierra (Observatorio Austral Europeo, Instituto de Astrofísica de Canarias…) como en el espacio (Chandra, Hubble y Spitz), también iban a estudiar con interés la colisión.
La comunicación entre el llamado “impactador”, “tamaño lavadora”, y la nave nodriza, “tamaño Volkswagen Escarabajo”, requeriría menos de un segundo, y en cambio siete minutos y medio con la Tierra, demasiado lenta para la última hora de la misión, durante la cual tomaría el mando un sistema de autonavegación.
Lamentablemente para el imaginario colectivo, el proyectil, de 370 kg, no modificaría en absoluto la trayectoria ni la velocidad del cometa, que no sentiría ni el golpe y que, además, es inofensivo para nuestro planeta en el presente y en un futuro cercano. De esta agresión se esperaría, en cambio, indagar un poco en las entrañas del cometa. El cráter resultante, (de la dimensión de un campo de fútbol), dejaría al descubierto, tras la eyección de hielo y polvo, un interior antiguo que podría revelar información sobre el origen del Sistema Solar.
Tras 172 días de viaje, y coincidiendo con la celebración del Día de la Independencia Americana, al fin y al cabo se trata de una misión de la NASA, Deep Impact llegó ayer, 4 de julio, a su destino, según informó el Jet Propulsion Laboratory, desde Pasadena (California).
Más de veinte horas después de empezar a “caer” contra el cometa, el “impactador”, colisionó finalmente con éste a las 5.52 TU (6.52 en Canarias, 7.52 en la Península) a una velocidad de 10 km/s, lo que provocó su evaporización instantánea, así como un resplandor enorme (de 60 km).
Tras el choque, la sonda tuvo todavía trece minutos para tomar imágenes y espectros electromagnéticos del suceso, antes de ponerse en posición de defensa ante la “tormenta de nieve” que se avecinaba procedente del cometa. Una media hora más tarde continuó con su actividad. Hoy, veinticuatro horas tras la colisión, el cometa se encuentra en su posición más cercana al Sol, llamada perihelio.
Nunca antes de esta misión el ser humano había atacado un objeto celeste. Además, hasta ahora sólo se había fotografiado la superficie de tres cometas: Halley, Borrelly y Wild. Se puede afirmar que todos los condicionales del planteamiento de Deep Impact han pasado a ser realidades. Ahora los científicos se enfrentan al análisis de la ingente cantidad de datos obtenidos, así como a los que van a generarse a lo largo de los próximos días. Su trabajo no ha hecho más que comenzar.
Imagen del cometa Tempel 1 tomada por el proyectil de la sonda Deep Impact
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Imagen tomada por la sonda Deep Impact dieciséis segundos después del choque de su ...
Annia Domènech es Licenciada en Biología y Periodismo. Periodista científico responsable de la publicación caosyciencia.
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