Polvo de estrellas

Ángel Gómez Roldán / 20-01-2006

Es la fría madrugada de un domingo de enero en las regiones del noroeste de los Estados Unidos: California, Oregón, Nevada y Utah. Los que están despiertos pueden observar un brillante bólido procedente del espacio exterior que cruza el firmamento a gran velocidad. No se trata de un trozo más de materia interplanetaria, sino de un objeto construido por el hombre que regresa a la Tierra después de más de siete años de viaje espacial.

La cápsula de muestras de la sonda de la NASA Stardust (polvo de estrellas) penetró en la atmósfera de nuestro planeta a la velocidad de 45.760 km/h, suficiente para cruzar el Océano Atlántico en menos de diez minutos y, hasta el momento, la más elevada de un artefacto humano de vuelta a la Tierra.

Sin embargo, la fricción desaceleradora con la atmósfera terrestre (que calentó su escudo térmico hasta más de 2.000 ºC) junto con los paracaídas, que frenaron aún más su descenso, hicieron que se posase a apenas 10 km/h a las tres horas y diez minutos de la noche del 15 de enero en el desierto salado de un vasto campo de tiro militar en Utah. Poco después, la cápsula, de 80 cm de diámetro y 46 kg de peso, era localizada por los helicópteros de búsqueda, recuperada intacta y llevada temporalmente a una sala limpia, desde donde se transportó un día más tarde a la definitiva sala limpia del Centro Espacial Johnson en Houston, Texas.

¿Por qué este interés en esta pequeña cápsula? ¿Cuál era su valiosa carga para tener que regresar a la Tierra?

La misión Stardust se lanzó el 7 de febrero de 1999. Se posicionó en una órbita solar con su punto más alejado a la distancia del cinturón de asteroides. A lo largo de casi cinco años, dio más de dos vueltas alrededor del Sol. En dos periodos, de febrero a mayo de 2000 y de agosto a diciembre de 2002, la cápsula de muestras se abrió exponiendo al vacío del espacio una raqueta de paneles de aluminio en cuyas celdillas se alberga una sustancia conocida como "aerogel".

El aerogel es un compuesto de silicio poroso en el cual el 99,8% de su volumen es espacio vacío. Se trata de un material extremadamente liviano. Mil veces menos denso que el cristal (otro compuesto de silicio), el aerogel sirve de freno para capturar partículas de polvo en el espacio. A la elevada velocidad con que estas partículas se mueven, de kilómetros por segundo, su recogida sería poco menos que imposible con otros materiales, ya que las partículas se vaporizarían o alterarían su composición química al chocar con la sonda. Sin embargo, cuando una partícula de polvo impacta con el aerogel, penetra creando un largo surco en forma de punta de flecha, siendo frenada y atrapada en la masa esponjosa. Como ésta es casi transparente, los científicos pueden usar estas diminutas marcas para buscar las partículas de polvo que hayan chocado con el colector.

Gracias a misiones espaciales anteriores, como Ulysses o Galileo, los investigadores sabían que en el Sistema Solar existen granos de polvo de procedencia interestelar. Y de ahí el objetivo y el nombre de Stardust: recoger polvo de estrellas. Los meses que las celdillas de aerogel permanecieron expuestas al espacio se obtuvieron las primeras muestras directas de polvo interestelar. Los científicos piensan que estos granos de polvo, mucho más pequeños que un grano de arena, pueden contener elementos químicos pesados sintetizados en el interior de otras estrellas, y su estudio en detalle en los laboratorios de la Tierra puede arrojar luz sobre los procesos de formación de estos elementos, y, en última instancia, de nosotros mismos, ya que estamos compuestos de materiales que en su día ardieron en el seno de estrellas ya desaparecidas.

No obstante, y a pesar de su nombre, el objetivo de Stardust no era únicamente la cosecha de polvo interestelar. El 2 de enero de 2004, la sonda pasó a 240 km del núcleo del cometa Wild 2. A lo largo de miles de kilómetros, cruzó su envoltura de gases y polvo y obtuvo, entre otra valiosa información, las imágenes hasta entonces más cercanas de un núcleo cometario activo. Pero lo más relevante del encuentro fueron las partículas de polvo cometario que la sonda interceptó con su colector de aerogel.

El lado de la raqueta de aluminio que se orientó hacia el cometa fue el opuesto al que se expuso al polvo interestelar, de tal manera que los miles de granos de polvo recogidos se diferenciaran de sus primos de más allá del Sistema Solar. Se piensa que el análisis físico-químico exhaustivo, e incluso en el ámbito molecular, de estas muestras cometarias puede revolucionar nuestras ideas acerca de la formación del sistema planetario.

Después de la misión soviética Luna 24, que trajo unos gramos de nuestro satélite en agosto de 1976, se trata de la primera vez en la historia de la exploración espacial que una cápsula automática con muestras de material extraterrestre regresa a la Tierra. Aunque, estrictamente hablando, Stardust ha sido la segunda. El 8 de septiembre de 2004, la cápsula de la sonda Genesis volvió con su preciada carga de partículas de viento solar de una manera un tanto accidentada, puesto que su paracaídas no se abrió y se estrelló contra el suelo a 311 km/h. Por fortuna, se han podido recuperar algunas de las muestras y se espera cumplir con gran parte de los objetivos científicos de la misión.

En cambio, los investigadores de todo el mundo que tendrán acceso a las muestras de Stardust han recuperado una cápsula intacta, y esperan poder comenzar a estudiar los granos de cometa. El objetivo es analizar lo que se cree son los bloques primigenios que dieron origen a nuestro Sistema Solar, y ser capaces de determinar no sólo los orígenes de los planetas, sino posiblemente también los de la vida.

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El autor

Ángel Gómez Roldán es Divulgador científico especializado en astronomía y ciencias del espacio, y director de la revista "AstronomíA".

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