La visión de una estrella puede ser suficiente para determinar el rumbo a los navegantes del Pacífico.
Cráteres, surcos paralelos, enormes grietas y acantilados de miles de metros de altura; coinciden en la superficie de una de las lunas de Urano.
En un mapamundi, pinta de azul la superficie terrestre situada a unos pocos metros sobre el nivel del mar. Quizás lo estudiarán las próximas generaciones.
Las montañas no están donde las vemos, unos días parecen más altas y otros más bajas, y a veces hasta es posible ver barcos situados detrás del horizonte.
Lo único que podemos hacer para medir el tiempo es contar ciclos: el movimiento de la aguja de un reloj, el amanecer, la Luna llena...
Hace más de 2.000 años, Epicuro defendía la existencia de otros planetas con vida, mas Aristóteles lo negaba.