Jean Fontaine, escultor francés nacido en 1952, ha realizado numerosas exposiciones tanto colectivas como individuales. Destacan Zoofolie, un bestiario fabuloso, y Mécanofolie, que une hombre y máquina en cada escultura.
Resulta curiosa la unión de hombre y
máquina en una escultura. ¿Es habitual?
Mezclar diferentes partes humanas o animales con la
mecánica u otras variantes es un viejo hábito
de los escultores. Jerome Bosch ya empezó a hacerlo,
después vinieron los surrealistas... Al mezclar
partes diferentes obtenemos un ser monstruoso.
Mécanofolie
llega después de Zoofolie. ¿Por
qué no también una Plantfolie?
La intención era mostrar que la mecánica
invade todo el mundo vivo. A mí, las plantas
no me parecen seres tan vivos como los animales, pero
también se podría hacer.
¿Cómo ve la evolución
de las máquinas?
Las máquinas son una prolongación del
hombre. A priori, se construyeron para facilitarnos
la vida, pero también como un desprecio hacia
el mundo vivo que nos rodea, puesto que contribuyen
un poco a la destrucción del mundo animal.
Parece ciencia-ficción.
Sí, un poco. En un primer momento, la ciencia-ficción
reivindicaba a las máquinas que permitían
al hombre mejorar, pero después pasó a
mostrar la lucha del hombre con la máquina y
como ésta conseguía dominarle. Todas las
producciones recientes en ciencia-ficción van
en este último sentido, en que la máquina
toma el lugar del hombre.
¿Y usted se lo cree?
No, pero sí es cierto que vivimos en una sociedad
consumista en la que se utilizan máquinas para
cualquier pequeño logro.
¿Entonces su obra nos
muestra un posible futuro?
Mi obra no es ciencia-ficción, sino pequeños
ensamblajes a través de los cuales yo intento
transmitir una sensibilidad.
¿Qué formación
académica ha seguido para poder dedicarse ahora
a la locura de las máquinas?
Estudié en la facultad de artes plásticas
y después pasé unos años en Poitiers
aprendiendo a trabajar la cerámica. Allí
adquirí la técnica que me permite hacer
esto. En los años cincuenta, no hubiera sabido
cómo hacerlo.
¿Qué materiales
emplea en su trabajo?
Principalmente tierra. Aunque el resultado final parezca
de metal, es una mentira. Pienso que la gente se siente
atraída por el misterio que esto crea.
¿Cree que las personas
que ven sus obras se dan cuenta de ello?
Sí. Todo el mundo toca. Además, las partes
humanas están hechas a partir de moldes de yeso,
lo que permite reproducir cualquier detalle, cualquier
pliegue de los modelos, no podría ser hierro.
Entonces, la gente se cuestiona sobre ello. Hay que
pararse delante de la pintura y la escultura para verlas
bien. Con frecuencia, sólo se pasea por delante,
como en los museos.
¿Qué interés
le produce la máquina?
Yo veo en la máquina una prolongación
de la naturaleza humana, de su potencia y, también
de su deseo de dominar, tanto la naturaleza como su
propio destino. Somos capaces de modificar completamente
nuestro entorno, lo que ninguna especie animal había
hecho previamente, e incluso a nosotros mismos, aunque
la inclusión de partes metálicas en el
hombre sea al fin y al cabo anecdótica. En cambio,
el desarrollo de maquinaria es muy grande, lo que nos
permite salir de nuestro medio y, por ejemplo, volar
como los pájaros o nadar como los peces.
La perfección de la máquina frente
al hombre.
La cuestión es que ahora producimos máquinas
para todo, no sólo para asuntos importantes,
como son la alimentación, el calentarnos, poder
vivir lejos... lo que es en cierto modo pertinente.
Estamos rodeados de pequeñas máquinas
que no sirven para casi nada, es la sociedad de consumo.
En cierto modo, una locura.
¿En qué tipo
de maquinaria se inspira para hacer sus esculturas?
No en máquinas pequeñas sino más
bien grandes, que hacen ruido, que se pueden ver funcionar,
en las cuales se aprecia la lógica mecánica,
que es la eficaz en cambiar el mundo. No hay ninguna
parte electrónica en las máquinas, ningún
pequeño mecanismo que no se vea bien. Es simbólico:
yo he escogido la mecánica grande e intemporal,
la del s. XIX, que uno se imagina indestructible y poderosa.
¿Ha pensado en construir
máquinas animadas?
No, porque creo que la imaginación es mucho más
fuerte que la realidad. Es mejor imaginar cómo
una máquina funcionaría que verla realmente
funcionar. Como mis “máquinas” incluyen
partes del cuerpo, se puede pensar en su movimiento.
Creo que las esculturas móviles son muy limitadas
y repetitivas, y que cuando ya se han visto una vez
pierden la gracia. Lo mío es la vieja mecánica
intemporal.
¿Cuantas piezas incluye
la exposición?
Esta compuesta de una treintena de esculturas cuyos
nombres destacan su parte cómica, contrariamente
a la opinión de mucha gente que piensa que se
deben poner nombres precisos para fijar un poco el significado
de la pieza.
¿Qué opinión
le merece mostrar cuerpos humanos conservados con resina?
Mostrar el cuerpo humano como una máquina tubular
está bien, ya que lo desacraliza un poco. Sin
embargo, choca mucho a la gente y éste es su
lado “putanero”. La exposición de
la que hablas ha recorrido mucho mundo y en todos lados
da que hablar. Quizás el artista jugó
con el lado provocador. Tengo una opinión dividida,
pero no la he visto.
En París visité una exposición
de materia seca del siglo XVII-XVIII. Se trataba de
cadáveres, pero mostrados bajo un aspecto pedagógico
y científico. Lo que cambia en la exposición
que comentas es la ausencia de lado científico,
la ambigüedad, la necesidad de molestar. No sé.
¿No cree que para un
artista es necesario chocar para atraer a la gente?
Cuando es sistemático, un fin en sí mismo,
es simplemente chocar, no tiene interés. Cuando
se hace para hacer pasar un mensaje de humor, de belleza,
de seducción; para transmitir ideas, de acuerdo.
¿Piensa que hay muchos
artistas relacionados de algún modo con el mundo
científico?
Actualmente, no mucho. Hace cincuenta años había
más conexión entre la ciencia y el arte
que ahora.
Autor: Gotzon Cañada
Créditos imágenes originales: catálogo de Jean Fontaine
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Annia Domènech es Licenciada en Biología y Periodismo. Periodista científico responsable de la publicación caosyciencia.
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