¿Recuerdan el acercamiento del planeta Marte del pasado verano? Comentábamos entonces que aprovechando esta circunstancia, las agencias espaciales habían organizado una «ofensiva» inédita consistente en dos vehículos móviles con ruedas (Spirit y Opportunity), una sonda estática de aterrizaje (Beagle 2) y dos orbitadores (Mars Express y Nozomi). Todos ellos, a excepción de la maltrecha sonda japonesa Nozomi (que el 14 de diciembre último pasó de largo a 1.000 kilómetros de Marte, seriamente dañada por una tormenta solar), han llegado al planeta rojo entre el día de Navidad y el 24 de enero de este año.
Mars Express, de la Agencia Espacial Europea (ESA), fue el primero en llegar. Dotado de avanzados instrumentos de observación y detección, este orbitador se colocó sin incidentes en la órbita marciana el 25 de diciembre de 2003, tras una travesía interplanetaria de poco más de seis meses. Mars Express es, además, la primera sonda europea que se coloca en la órbita de otro planeta, por lo que el éxito de los científicos e ingenieros del viejo continente ha sido importante. Recordemos que tanto estadounidenses como soviéticos realizaron varios intentos fallidos antes de conseguir lo que Europa ha hecho a la primera, aunque hay que tener en cuenta los treinta años de diferencia tecnológica entre ellos.
La sonda europea tiene previsto un período de dos años de observación continua de la superficie marciana. Los primeros días ya ha mostrado impresionantes imágenes en tres dimensiones de los cañones de Vallis Marineris o de la cumbre del volcán Olympus Mons con una resolución no conseguida hasta ahora. También ha confirmado la detección de hielo en el polo sur de Marte, algo sólo sospechado por anteriores orbitadores estadounidenses como el Mars Odyssey.
La otra cara de la moneda es el fracaso del robot inglés Beagle 2, bautizado así en honor al barco que utilizó Charles Darwin en el siglo XIX para realizar su viaje de circunnavegación. Esta pequeña sonda de aterrizaje, de menos de un metro de diámetro y apenas 70 kilos de peso, estaba diseñada para buscar signos de vida pasada o presente en Marte. Viajó a lomos de la Mars Express y, tras separarse de ella el 19 de diciembre, se supone que descendió utilizando paracaídas y airbags sobre la antigua llanura de Isidis Planitia la madrugada del día de Navidad. Por desgracia, después de más de un mes de repetidos intentos de comunicarse con la sonda, la ESA dio oficialmente por perdida la misión el pasado 11 de febrero, desconociéndose aún las causas del silencio de la Beagle 2.
Lanzados el 10 de junio y el 7 de julio de 2003, los dos vehículos rodantes gemelos de la NASA, Spirit y Opportunity, sí aterrizaron sin contratiempos en Marte el 4 y el 25 de enero respectivamente, en sendos lugares cercanos al ecuador marciano (pero en hemisferios opuestos). Son los primeros exploradores geológicos realmente avanzados que están investigando in situ los misterios del planeta rojo. Su principal objetivo es buscar evidencia de agua líquida en el pasado marciano, una prueba que, de hallarse, aumentaría las posibilidades de la existencia de una vida anterior en Marte.
El primero en llegar fue Spirit. Tras frenar durante el descenso en la tenue atmósfera con un paracaídas y unos retrocohetes, amortiguó la llegada envuelto en unos grandes airbags que rebotaron veintiocho veces hasta detenerse en la llanura del enorme cráter Gusev. Una vez que los pétalos de titanio y fibra de carbono que protegían al robot se abrieron y que fueron desplegados los paneles solares, sus nueve cámaras empezaron a mostrar un paisaje marciano familiar: una rojiza y plana llanura desértica plagada de pequeñas rocas.
En los días siguientes, el robot extendió sus seis ruedas, se levantó y salvó el desnivel de apenas veinte centímetros entre la rampa de bajada y la arena de Marte. Estos róvers estadounidenses se caracterizan por su larga autonomía (como mínimo noventa días marcianos, que son cuarenta minutos más largos que los terrestres), su capacidad de desplazamiento (hasta cuarenta metros diarios) y un completo equipo de prospección geológica, montado en un hábil brazo desplegable, que incluye un microscopio, dos espectrómetros y una herramienta de abrasión. Precisamente con esta especie de broca, Spirit realizó un agujero circular de apenas unos milímetros de profundidad y cinco centímetros de diámetro en una roca al parecer de origen volcánico. De este modo, pudo estudiar el interior pétreo no sometido a los efectos de la erosión.
Poco antes de esto, el robot perdió la comunicación con la Tierra, reiniciaba su ordenador de a bordo repetidamente y no obedecía a las instrucciones. En el Jet Propulsion Laboratory (California), los controladores de la misión se llevaron el mayor susto hasta el momento. Tras diez días de una extraordinaria cirugía informática a distancia, que básicamente consistió en borrar ficheros antiguos que habían saturado la memoria no volátil de Spirit, éste retomó la misión. Actualmente se encamina, a razón de 20 a 30 metros diarios, hacia un cercano cráter de impacto de casi 200 metros de diámetro llamado Bonneville, donde llegará en un par de semanas.
Opportunity, por su parte, “amartizó” siguiendo la misma secuencia que su gemelo. El terreno donde lo hizo, Meridiani Planum, una arena lisa y oscura sin rocas sueltas, no se parece al paisaje marciano al que estamos acostumbrados desde las misiones Viking. Los rebotes de los airbag lo llevaron al fondo de un pequeño cráter de apenas 20 metros de diámetro y uno de profundidad, en el borde del cual se ha observado por primera vez de cerca en Marte un lecho de roca desnuda. Estas rocas erosionadas muestran una serie de finos estratos con gran contenido de azufre y unas desconcertantes microesferas de milímetros de diámetro. Ambas estructuras podrían ser debidas tanto a procesos volcánicos como a la acción del agua. Opportunity continúa haciendo observaciones para tratar de dilucidar la cuestión.
En la selección del lugar de aterrizaje de los dos robots se tuvo en cuenta tanto el potencial científico del terreno como los requerimientos mínimos de seguridad que los ingenieros necesitaban para maximizar el rendimiento de las misiones. La evaluación de los ciento cincuenta y cinco posibles candidatos, que duró casi dos años, se basó en las observaciones de Mars Global Surveyor y Mars Odyssey. Estas sondas de la NASA en órbita marciana dieron datos sobre la topografía y composición de los terrenos, la densidad rocosa y, en especial, el contexto geológico.
Los lugares escogidos fueron el cráter Gusev y la llanura de Meridiani Planum. Llanos, poco elevados, con una densidad baja de rocas y polvo y cercanos al ecuador de Marte (a 15 y 2 grados al sur, respectivamente). Se buscaban temperaturas benignas y el mayor número posible de horas de Sol, requerimientos más técnicos que científicos para prolongar el funcionamiento de los róvers. Como compensación, se escogieron emplazamientos que mostraran evidencia clara de la antigua existencia de agua en estado líquido.
El cráter Gusev, de unos 150 kilómetros de diámetro, se encuentra en la «desembocadura» de lo que parece ser el cauce de un gran río, por lo que muchos geólogos planetarios especulan con que su fondo pudo ser el lecho de un enorme lago en un pasado remoto. Sin embargo, se estima que hace dos mil millones de años que el agua inundó Gusev, por lo que este hipotético sedimento estaría cubierto por capas de material volcánico y polvo. Debido a ello, Spirit se encamina hacia el cráter Bonneville pues allí las posibilidades de encontrar rocas sedimentarias en el material expulsado por el impacto son más elevadas.
Por otra parte, Meridiani Planum muestra una elevada concentración (de un 10 a un 15 %) de mineral de hematita gris, un óxido de hierro que suele aparecer en presencia de agua líquida. Por ejemplo, en la Tierra es común encontrar hematita en los manantiales de agua caliente. Las primeras observaciones espectroscópicas de Opportunity confirman la existencia de hematita en su lugar de aterrizaje, pero falta saber por qué proceso se ha formado, lo que ayudará a los investigadores a caracterizar cómo fue el medio ambiente marciano en un pasado remoto y a poder determinar si era o no favorable para la vida.
Quizás los futuros hallazgos de estas misiones descubran un Marte nuevo.
Autor: Gotzon Cañada
Créditos imágenes originales: ESA/DLR/ FU Berlin (G. Neukum)
© caosyciencia.com
Ángel Gómez Roldán es Divulgador científico especializado en astronomía y ciencias del espacio, y director de la revista "AstronomíA".
Ver todos los artículos de Ángel Gómez Roldán