Jesús Martínez-Frías es jefe del Laboratorio de Geología Planetaria (LPG) del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), Coordinador de The Planetary Society en España y Vicepresidente de la Comisión de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo de la ONU.
¿En qué consiste
su trabajo en el Centro de Astrobiología?
Desde el punto de vista administrativo, soy el responsable
del Laboratorio de Geología Planetaria. Desde
el científico, trabajo con meteoritos y modelos
terrestres que puedan ser utilizados en el estudio
de Marte.
¿Qué diferencia hay entre un
meteorito, un meteoroide y un meteoro?
Fundamentalmente no se habla de meteorito hasta que
no recuperas el ejemplar, hasta que no impacta en
la Tierra. Cuando está atravesando la atmósfera
terrestre, la partícula es un meteoroide, y
el fenómeno que genera es un meteoro.
¿Con qué frecuencia llega un
meteorito a la Tierra?
Con una frecuencia que depende del tamaño.
Afortunadamente, los grandes lo hacen cada millones
de años. Nosotros, que llevamos aquí
un microsegundo en comparación con la vida
en nuestro planeta, no hemos sido testigos de una
catástrofe gigantesca pero la Tierra sí
ha sido testigo de grandes meteoritos y ha habido
especies que se han extinguido.
¿Cómo se reconoce un meteorito?
Es difícil explicar brevemente toda la disciplina
que permite caracterizar a un meteorito. Básicamente,
están los meteoritos silicatados, que son fundamentalmente
condritas y acondritas; los siderolitos, una mezcla
de silicatos y metal; y los sideríticos, constituidos
en un 99% por una aleación de hierro y níquel.
También hay un tipo especial de condritas que
se llama condritas carbonáceas, especialmente
ricas en compuestos de carbono.
Los meteoritos, ¿se buscan o se encuentran?
Desde hace unos quince o veinte años, hay campañas
de búsqueda de meteoritos, sobre todo en la
Antártida, donde determinadas zonas son propicias
para su hallazgo.
En las morrenas terminales de los glaciares (donde
termina el glaciar y choca con un frente montañoso)
los meteoritos se acumulan. En el Sahara o el desierto
de Atacama (Chile) también se encuentran.
En sitios volcánicos como Tenerife es complicado
distinguirlos de las rocas terrestres. Suelen buscarse
en zonas estables y con poca actividad, en sitios
que han permanecido geológicamente estables
durante mucho tiempo. En otro tipo de zonas, que han
sido movidas por su dinámica cortical, sólo
encontraríamos meteoritos recientes.
Una vez hallado un meteorito, ¿qué
debemos hacer?
Llevarlo a una institución científica
para verificar si realmente se trata de un meteorito.
Esa verificación da lugar a una ficha de identificación
que se envía a la Comisión Internacional
de Meteoritos y es publicada en el Meteoritical
Bulletin. Sólo entonces se puede decir
que es un meteorito, reconocido y verificado por la
comunidad científica internacional.
¿Qué relación hay entre
los meteoritos y la búsqueda de vida extraterrestre?
Los meteoritos son muy importantes para entender qué
es la vida, si puede existir en otros lugares, cuál
es su producto en la Tierra, incluso su futuro...
todo lo que rodea a la Astrobiología.
Jugaron un papel determinante en la formación
de nuestro planeta, constituido por la acreción
de planetesimales. Sus impactos fundieron la corteza
superior de la Tierra cuando estaba prácticamente
formada contribuyendo a la formación de la
atmósfera, determinante para la aparición
de vida. Además, sus impactos han contribuido
a la actuación de la selección natural,
haciendo que unas especies continuaran y otras no.
Como la famosa extinción de los dinosaurios.
Y de otras especies, por ejemplo en el límite
Cretácico-Terciario. Hay muchos otros límites
(cambios de era) en los que parece haber habido cuerpos
acercándose a la Tierra con una periodicidad
elevada que podrían haber impactado en ella
y, si su tamaño era superior a un kilómetro,
provocar catástrofes planetarias.
Los meteoritos presentan compuestos ricos en carbono
que deben haber jugado un papel fundamental en la
aparición de la vida en nuestro planeta, por
ejemplo las condritas carbonáceas contienen
carbonatos, aminas, ureas, precursores de hidrocarburos,
aminoácidos... No estoy de acuerdo con la teoría
de la panspermia, que defiende que la vida llegó
de fuera, pero creo que los meteoritos han aportado
una serie de compuestos fundamentales para la vida.
¿El agua también?
Es un hecho que nuestro planeta es el resultado de
la acreción de partículas extraterrestres.
No es necesario que el agua proceda exclusivamente
de cometas (pequeños núcleos asteroidales
recubiertos de una gigantesca coraza de hielo y polvo).
Se sabe que algunos meteoritos tienen una riqueza
en agua que puede llegar al 18 o 20% en peso.
Hace algún tiempo se informó
sobre la aparición de un meteorito con restos
de vida en su interior.
El profesor David McKay y algunos colaboradores publicaron
en la revista Science un artículo
sobre el meteorito ALH84001, procedente de la zona
de Allan Hills, en la Antártida. Según
ellos, contenía indicios de posible actividad
biológica durante su formación en Marte.
En ningún momento dijeron que fuera un fósil,
que es la litificación de un organismo.
Estos indicios consisten, entre otros aspectos, en
cadenas de magnetita similares a las cadenas que aparecen
en algunas bacterias magnetotácticas, que podrían
ser biomarcadores, es decir, indicadores de que hubo
algo vivo que ya no está. También en
morfologías extrañas similares a bacterias,
la existencia de hidrocarburos policíclicos
aromáticos, paragénesis (asociación
de minerales con carbonatos, sulfuros, óxidos...).
Por separado, estos hallazgos se podían explicar
de forma inorgánica, pero juntos era difícil,
por lo que pensaron que podrían ser indicios
de actividad biológica. Tras este descubrimiento,
se han hecho otros similares en otros meteoritos de
Marte, concretamente en el de Nakhla. Aunque todo
ello sigue aún en controversia.
¿Cómo se puede distinguir si
un meteorito procede o no de Marte?
Se trata de una disciplina complejísima, para
la cual se requiere una base de petrología,
geoquímica, mineralogía... pero, básicamente,
la distribución de los isótopos de los
gases nobles que aparecen dentro del meteorito debe
coincidir con la analizada por la sonda Viking en
la atmósfera de Marte. Ésta es la prueba
más importante.
También se utilizan criterios geoquímicos,
que agrupan las rocas en distintas familias diferenciando
una roca lunar de una terrestre o de una marciana.
De todos modos, sí se puede hacer una primera
diferenciación entre los meteoritos asteroidales,
que son aquellos de materia muy primitiva (condritas,
acondritas, sideritos, siderolitos... ) y, luego,
meteoritos de materia más evolucionada (basalto,
piroxenita,...). En este último caso, su origen
debe ser planetario, para que haya permitido a la
materia evolucionar, y los dos mejores candidatos
son la Luna y Marte. Actualmente, hay unos 26 meteoritos
de la Luna y 26 de Marte que están identificados.
También parece haber un meteorito de Venus,
pero aún está pendiente de verificación.
¿Existe un riesgo real de que un meteorito
llegue a la Tierra?
Por supuesto que existe, sobre todo porque sólo
están catalogadas las órbitas de un
20% de los grandes asteroides conocidos. Se desconoce
la posición del 80% restante. De ellos, se
sabe su existencia porque en el cinturón de
asteroides los meteoritos están catalogados
por tamaños, pero a muchos no se les ha hecho
un seguimiento y se desconoce dónde están.
Esto es como la lotería primitiva, la probabilidad
de que te toque es muy baja pero te puede tocar.
Cambiando de tema,¿en qué punto
está la investigación sobre la misteriosa
caída de bloques de hielo en España?
Después de los fraudes que desnaturalizaron
la investigación, y del matiz con que muchos
medios de prensa trataron el tema, decidimos centrarnos
en el ámbito científico, especialmente
el internacional. En el último congreso internacional
sobre catástrofes medioambientales celebrado
en Londres en 2002, propusimos un nuevo término
para explicar este fenómeno, los megacriometeoros,
término que fue aceptado.
El término aerolito, utilizado erróneamente,
induce a equívoco porque los bloques de hielo
se han originado en la atmósfera y, en cambio,
los aerolitos son meteoritos rocosos. Hay que descubrir
por qué ahora los megacriometeoros se forman
con mayor frecuencia que en el pasado, pero su existencia
no es reciente, sino que está documentada antes
incluso de la existencia de aviones.
¿Qué provoca la formación
de megacriometeoros?
Pensamos que están generados por una mezcla
de efectos antrópicos y atmosféricos.
Los elementos que contribuyen a la formación
del hielo y a su posterior crecimiento serían
un hundimiento de la Tropopausa (límite entre
la troposfera superior y la estratosfera inferior);
la entrada de vapor de agua a la estratosfera inferior
desde la troposfera superior, (donde es más
abundante); la formación de un pequeño
agujero de ozono (el vapor de agua rompe esta molécula);
y una turbulencia ciclónica, que contribuye
a que el bloque siga moviéndose y crezca.
Es un modelo alejado del de la nube, donde la formación
de núcleos es homogénea. Los núcleos
compiten por el vapor de agua entre sí y, por
tanto, se forman muchos que no llegan a crecer demasiado,
como si fuera granizo, y caen.
Cuando en la atmósfera hay vapor de agua casi
al 100%, y no una nube, la nucleación es heterogénea.
Se forman pocos núcleos muy separados entre
sí, por lo que no compiten por el vapor de
agua. Como si fueran imanes, atraen todo lo que hay
a su alrededor y dan lugar a la formación de
grandes bloques de hielo. Ésta es nuestra hipótesis.
De momento, somos los únicos que hemos presentado
una explicación coherente con los datos existentes.
Hace dos meses, en el Boletín de la Sociedad
Meteorológica Americana hicieron una referencia
positiva a nuestro trabajo y en la revista Science
quedó constancia de que, aunque hay controversia,
algunos investigadores de la Universidad de Washington
o Wisconsin ven plausible lo que proponemos. También
hemos publicado varios artículos, por ejemplo
en la Academia de Ciencias de Suecia y el Journal
of Cromatrography. Los que estén interesados
en obtener más información pueden visitar
http://tierra.rediris.es/megacryometeors.
Autor: Gotzon Cañada
© caosyciencia.com
Annia Domènech es Licenciada en Biología y Periodismo. Periodista científico responsable de la publicación caosyciencia.
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