¡Qué locura!
Un satélite roto.
Un tornillo suelto acelerado dando vueltas.
Un cohete antaño parte de una misión espacial
y ahora en paro.
Todos ellos son objetos artificiales fuera de servicio
en órbita alrededor de la Tierra; todos son irrecuperables;
todos son basura espacial.
Serán cuatro en guerrilla, ¿o son multitud?
Actualmente, se conocen más de 8.000 objetos
en órbita con diámetros superiores a 10
cm. Esta población aumenta en unas 175 piezas
cada año. Además, se estima que hay más
de 100.000 fragmentos de entre 1 y 10 cm y decenas de
millones de partículas menores.
¿Cuál es su "punto de encuentro"?
Mayoritariamente están girando en LEO (Low Earth
Orbit, a una altura de unos 2.000 km sobre la superficie
terrestre) y en GEO (Geostationary Earth Orbit, a unos
36.000 km), las dos bandas de altitud más utilizadas
para situar satélites.
¿Y qué?
Estos trastos inútiles representan una amenaza
para los aparatos espaciales que sí funcionan.
Existe el riesgo de que la basura espacial choque con
satélites en activo o nuevas misiones espaciales,
en cuyo caso la elevada velocidad a la que se mueve,
10 km/s de media en LEO, provocaría importantes
daños sin que importara el tamaño del
proyectil accidental: incluso restos de 1 cm pueden
destruir un satélite.
¿Y por qué esta basura no se recoge
ni se destruye como la terrestre?
Por desgracia, el hombre no tiene la misma capacidad
de generar basura que de recogerla o destruirla; lo
mismo sucede en la Tierra. Por tanto, puede permanecer
en el espacio largo tiempo. Sólo desaparece cuando,
debido al frenado por fricción con la atmósfera
terrestre, algunos objetos abandonan su órbita
y caen hacia el planeta Tierra, evaporándose
la mayoría antes de llegar a su superficie.
¿Entonces no se puede luchar contra esta invasión
provocada del espacio?
Cada vez se envían menos objetos al exterior
de forma indiscriminada para evitar en lo posible esta
invasión y se intenta que los que van no pierdan
módulos. Además, con el fin de prevenir
en lo posible los impactos, se pretende catalogar y
caracterizar la basura espacial, así como establecer
en qué círculos orbitales se mueve. Las
mediciones se hacen por radar y mediante observaciones
con telescopios ópticos. Por ejemplo, en el Observatorio
del Teide (Tenerife) se encuentra la OGS (Estación
Óptica Terrestre) que, con un telescopio Zeiss
de un metro de diámetro y cuatro cámaras
CCDs, se dedica a ubicar objetos en el anillo geoestacionario
y en órbitas de transferencia geoestacionaria.
La OGS es propiedad de la ESA (Agencia Espacial Europea),
siendo el Instituto de Astrofísica de Canarias
responsable de su funcionamiento.
Autor: G. Pérez (SMM/IAC)
Annia Domènech es Licenciada en Biología y Periodismo. Periodista científico responsable de la publicación caosyciencia.
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