Notas astronómicas

Andrew Fraknoi / 24-03-2010

Traducción y adaptación libre: Annia Domènech

La relación entre la música y la Astronomía puede parecer más o menos estrecha según los criterios que se escojan, pero lo que es evidente es que se remonta atrás en el tiempo. La escuela pitagórica, en la Antigua Grecia, ya estaba convencida de la existencia de una conexión entre las regularidades matemáticas existentes en los movimientos orbitales de los planetas y las que dan sentido a la armonía en la música. Lo mismo pensaba en el siglo XVII Kepler, cuyo trabajo sobre la armonía de las esferas ha inspirado a numerosos compositores a lo largo de los años, especialmente a Paul Hindemith, que escribió en 1957 una ópera denominada The Harmony of the World (La armonía del mundo). En ella, Hindemith busca el orden en la política, la ciencia y la música basándose en la vida y el pensamiento de Kepler. A finales de los años setenta del siglo XX, un catedrático de Yale utilizo sintetizadores de sonido y ordenadores para elaborar una pieza musical basada en las velocidades orbitales instantáneas de los planetas medidas a partir el cumpleaños de Kepler en 1571.

También se ha llevado música al espacio. En el marco de la misión Voyager, destinada al estudio de los planetas más lejanos del Sistema Solar, Carl Sagan y Frank Drake dirigieron un proyecto para una grabación audio y vídeo que viajara en la nave. Parte de la misma consistía en músicas de distintas culturas que debían representar lo mejor de nuestro planeta. Una lista de las piezas enviadas puede consultarse en la página web de la Voyager, de la NASA. Con una idea similar, la Agencia Europea del Espacio (ESA) encargó a un grupo de músicos de vanguardia cuatro piezas para que viajaran en la nave Huygens, que aterrizó exitosamente en Titán, una de las lunas de Saturno, en 2005.

Nosotros lo que hemos hecho es una clasificación de “música astronómica”. Para figurar en ella, las piezas tienen que tratar de ciencia de un modo correcto y realista. No cualquier canción con una remota relación con la Astronomía es válida, y no basta con utilizar palabras como Luna o estrellas, especialmente si se hace para, de forma fácil, obtener una rima o transmitir una visión romántica. Por ello no incluye canciones populares como Blue Moon (Luna azul) o Stardust (Polvo de estrellas). Tampoco se clasifican las piezas de jazz con una alusión astronómica en el título pues ¿cómo es posible establecer que tratan sobre el Universo?

Así que no cumplen los requisitos The Planets (Los planetas) de Gustav Holst porque considera estos cuerpos desde un punto de vista astrológico, ni tampoco la popular canción Black Hole Sun (Sol agujero negro), del grupo Soundgarden, pues en ella el término agujero negro tiene una implicación emocional más que científica. En cambio Cygnus X-1, de Rush, sí al transmitir imágenes correctas de la realidad de un agujero negro en un sistema binario de acreción.

En total, se han escogido más de un centenar de piezas inspiradas en conocimientos astronómicos que pueden utilizarse con fines educativos. Y es que muchos profesores utilizan en todo el mundo la música en sus clases, aquí van algunas sugerencias: sobre la Luna, Walking on the Moon (Andando en la Luna), del grupo Police. Y para hablar sobre las escalas del Universo ¿por qué no recurrir a Galaxy Song (Canción de la galaxia), perteneciente a Meaning of Life (El sentido de la vida) de los Monthy Python?

Comprender la evolución de las estrellas permite entender mejor la de las galaxias y, a partir de ella, la del Universo. Los músicos de rock encuentran inspiradoras las muertes de las estrellas, por ejemplo las de las más masivas, las supernovas, que acaban con una formidable explosión propiciando la formación de un agujero negro. Los agujeros negros atraen mucho interés quizás tanto como a todo lo que les rodea, será por su elevadísima densidad, que no deja escapar nada, ni siquiera la luz. Amanda Lear los recordó en su canción Black Holes (Agujeros negros).

Canciones como Factor Red (Factor Rojo), de Epidemic´s, aluden a las estrellas gigantes rojas: estrellas grandes, muy luminosas pero relativamente frías, en cuyo núcleo ya no tiene lugar la quema de hidrógeno en helio. Y la conocida Shine on Your Crazy Diamond (Brillo en tu loco diamante), de Pink Floyd, incide en las enanas blancas. Las enanas blancas son los restos de una estrella de poca masa, hasta diez veces la masa solar, que ha agotado todo su combustible. Cuando en el Sol, que se encuentra en la mitad de su vida, cese dentro de 4.500 millones de años la fusión nuclear se convertirá en una enana blanca. Estos cuerpos se encuentran rodeados por una nebulosa planetaria, uno de los objetos más bellos en el Universo, cuyos colores, como en los fuegos artificiales, dependen de su composición química.

La música también se refiere a las estrellas con otras perspectivas, como la que se obtiene observándolas desde la Tierra y uniendo con trazos sus puntos brillantes, es decir dibujando constelaciones. Una aplicación sorprendente de la cartografía de las estrellas es la desarrollada por el compositor contemporáneo John Cage, el cual en su Atlas Eclipticalis trasladó las posiciones estelares recogidas en viejos atlas a un pentagrama, convirtiéndolas en las notas que constituyen la pieza musical. En la utilización de datos astronómicos para la composición musical, Cage no se encuentra solo, aunque es cierto que hay quien recurre a información más puntera. Es el caso de Fiorella Terenzi, Doctora en Física, que combina su investigación con la música. En su primer CD, llamado apropiadamente Music from the Galaxies (Música procedente de las galaxias), utilizó datos de la galaxia UGC 6697 en los rangos espectrales del óptico y el radio para su elaboración.

Algunos astrofísicos han alcanzado la fama con su música, y reflejado en ella sus intereses. Brian May, músico del conocido grupo Queen, que finalizó recientemente su Doctorado en Astrofísica, debió tener algo que ver con la canción 39 de este grupo sobre la solitud de un viaje relativista. Y algunos músicos se han visto solicitados por científicos. La atención que despertó el cuásar CTA 102 (se llegó a afirmar que sus señales de radio incluían mensajes codificados de una civilización avanzada) bastó a The Byrds para escribir una canción titulada CTA 102 dentro de su álbum Younger than Yesterday (Más joven que ayer). Su iniciativa hizo posible una broma del radioastrónomo Eugene Epstein, que incluyó el nombre de los miembros de los Byrds en las referencias de un artículo sobre CTA 102, publicado en el Astrophysical Journal al pasar los filtros de la revista. Epstein envió un ejemplar a Columbia Records y Roger McGuinn, el líder del grupo musical, le hizo una visita e incluso asistió a un coloquio sobre la búsqueda de vida extraterrestre.

También las efemérides tienen su repercusión musical. En 1973 se celebraron los 500 años del nacimiento de Copérnico, lo que dio lugar al encargo de numerosas piezas para su conmemoración. Quizás la más sorprendente sea Copernicus: Narrative and Credo (Copérnico: Narrativa y Credo), de Leo Smit, una declaración de creencias escrita y leída por el astrónomo Fred Hoyle. El compositor contemporáneo y el físico eran amigos, e incluso dieron conciertos juntos en Europa y América. Les gustaba especular sobre temas diversos, y un día debatieron sobre cuál de los dos sería, por sus respectivos trabajos, más útil en un futuro lejano. Hoyle prosiguió con la idea en su novela October the First is Too Late (El primero de octubre es demasiado tarde), en el que hace posibles en la ficción los distintos mundos de la mecánica cuántica. Pero ya estamos en la literatura.

Hoyle es conocido por haber “bautizado”, quizás a su pesar, el Big Bang con este nombre, siendo uno de los más fervientes detractores de esta teoría para explicar el origen y la evolución del Universo. El Big Bang también ha sido fuente de inspiración para diversas composiciones, destacando las relacionadas con la creación y la génesis de ideas. La más extraña es, sin duda, YLEM, nombrada a partir del término griego para designar la sustancia origen de todo, (concepto que fue recuperado en nuestra época por George Gamow). YLEM intenta desarrollar la idea de un universo oscilante en términos musicales. Los músicos simulan un Big Bang, primero apiñados en el centro del escenario y después expandiéndose desde su posición inicial, como hacen las galaxias. Reuniéndose de nuevo, interpretan otro bang hacia fuera, para acabar yéndose a casa.

Como nosotros, pero después de dar un último aviso a los lectores: no todas las piezas son sencillas de escuchar, algunas son radicalmente modernas. Contra gustos no hay nada escrito.


Nota de la traducción-adaptación:

Queremos agradecer a Andrew Frankoi su generosidad al permitir traducir al español y adaptar su escrito, destinado a suministrar herramientas basadas en la música a los profesores de Astronomía. Para acceder al texto original:The Music of the Spheres in Education: Using Astronomically Inspired Music - The Astronomy Education Review, Issue 1, Volume 5:139-153, 2007.

Comentarios (4)

Compartir:

Multimedia

  • Escucha música Escucha música Escucha fragmentos aceptados (o no, ¿recuerdas cuáles?) en la lista de música astronómica de Andrew Fraknoi.
    Autor: Anthony Baillard
    © caosyciencia.com

El autor

Andrew Fraknoi es el Director del Departamento de Astronomía en el Foothill College (cerca de San Francisco) y Divulgador Senior en la Sociedad Astronómica del Pacífico. Asimismo, es coeditor fundador de la revista Astronomy Education Review.

Ver todos los artículos de Andrew Fraknoi

Glosario

  • Órbita
  • Planetas
  • Agujero negro
  • Sistemas binarios
  • Estrella
  • Galaxias
  • Estrella gigante roja
  • Enana blanca
  • Sol
  • Nebulosa planetaria
  • Constelaciones
  • Relatividad
  • Cuásar
  • Big Bang