Si existe vida inteligente o no es una cuestión que ha intrigado desde hace mucho tiempo al hombre. No en la Tierra, donde sorprendentemente se da por supuesto, sino en el espacio. Más de uno ha hecho elucubraciones al respecto…
A mediados de los años sesenta del pasado siglo se publicó Vida inteligente en el Universo, un libro de divulgación científica que ha tenido gran influencia en la opinión de muchos de los que nos hemos interesado por este tema. Sus autores, el soviético Yosif Shklovskii y el estadounidaense Carl Sagan, fueron dos de los principales proponentes de la visión “optimista” sobre la existencia de inteligencia extraterrestre. Sostenían la existencia de decenas e incluso miles de civilizaciones en nuestra Galaxia y la posibilidad real de entablar comunicación con ellas.
Poco antes, en un artículo en la prestigiosa revista Nature, Giuseppe Cocconi y Philip Morrison, investigadores de la Universidad de Cornell (Nueva York), proponían en 1959 el uso de ondas de radio en la longitud de onda de 21 cm (correspondiente a la emisión del átomo de hidrógeno, el elemento más abundante en el Universo) para una posible comunicación interestelar. Sólo un año más tarde, Frank Drake, radioastrónomo del Observatorio de Green Bank (EEUU), realizó el primer experimento de radioescucha, el Proyecto Ozma, que consistió en observar e Eridani y t Ceti, dos estrellas cercanas muy parecidas al Sol. Aunque el resultado fue negativo, esto no impidió la realización de distintos proyectos de búsqueda de actividad comunicativa de otros seres inteligentes, principalmente con radiotelescopios.
Estas iniciativas se agruparon bajo el nombre de SETI, del inglés Search for ExtraTerrestrial Inteligence (búsqueda de inteligencia extraterrestre), y fueron protagonizadas por los Estados Unidos y la URSS, aunque con estrategias diferentes. Los astrónomos estadounidenses se centraron en estrellas próximas de tipo solar con la esperanza de encontrar civilizaciones parecidas a la terrestre, o ligeramente más avanzadas. En cambio, los soviéticos buscaban en objetos extragalácticos manifestaciones físicas de la presencia de supercivilizaciones.
En 1976 entra en escena la NASA, que se involucra en SETI y se esfuerza sobre todo en el desarrollo de detectores de radio para analizar un gran número de frecuencias de recepción de forma simultánea en tiempo real (los denominados analizadores de Fourier). Estos receptores se utilizaron en las antenas ya disponibles para radioastronomía o en la red de estaciones de seguimiento de vehículos espaciales de la NASA. Hubo también dos tipos de búsqueda: una por todo el cielo, sin privilegiar direcciones, y otra centrada en observar las estrellas más cercanas de tipo solar.
Algunas universidades estadounidenses desarrollaron asimismo programas de radioescucha, como la Universidad de Ohio, que dedicó a ello parte del tiempo de observación de la ya desaparecida antena Big Ear. Es famoso el caso de la señal denominada Wow!, recibida en 1977 en dicha antena. Se trató de una intensísima emisión de 37 segundos procedente de algún lugar más allá de la Luna y hacia la constelación de Sagitario. Sin embargo, nunca se ha vuelto a observar y por tanto no ha sido confirmada.
La NASA hizo redoblar los tambores en 1992, cuando presentó la puesta en funcionamiento de un gran proyecto de radioescucha. Se trataba del HRMS (High Resolution Microwave Survey – Búsqueda de Alta Resolución en Microondas), que iba a utilizar varios de los mayores radiotelescopios del mundo (entre ellos el de Arecibo) y unos detectores que podían analizar simultáneamente millones de frecuencias de observación.
Sin embargo, poco duró este proyecto. El culpable fue un famoso senador estadounidense con la apariencia de un venerable anciano, W. Proxmire, quien otorgó su premio anual The Golden Fleece Award (algo así como un “premio limón” a las actividades más estúpidas financiadas con fondos públicos) al proyecto SETI de la NASA en 1993. Debido a esta crítica personal pero con gran calado mediático, la NASA recogió velas y abandonó definitivamente los proyectos SETI.
Proxmire, que fue una auténtica pesadilla para el abanderado del “optimismo SETI” Carl Sagan, utilizó los argumentos de los científicos “pesimistas”, como William Hart o el famoso físico Frank Tipler, que consideraban que el hombre es el único ser inteligente en el Universo. ¿Para qué gastar dinero en buscar lo inexistente?
Ese año fatídico comenzó la era actual de SETI, caracterizada por una financiación casi exclusivamente privada de sus actividades. Varias organizaciones como The Planetary Society (una asociación internacional de ciudadanos interesados en SETI fundada en 1980) o el instituto privado de investigación The SETI Institute han jugado desde entonces un papel fundamental. Con su ayuda económica y técnica se han podido lanzar distintos proyectos como Phoenix (la resurrección de HRMS pero ahora fuera de la NASA), Serendip, META y BETA.
Todos ellos se basan en observaciones de radio con distintas estrategias y en la utilización de antenas medianas o grandes y de analizadores de Fourier que llegan a alcanzar los miles de millones de frecuencias de observación simultáneas. Mediante Seti@home series de datos de Serendip pueden ser reducidos en el ordenador de nuestra casa. También todos ellos han encontrado algunas señales sospechosas, pero hasta la fecha ninguna de ellas ha sido confirmada. El protocolo de confirmación de un candidato a señal artificial requiere cumplir unos criterios objetivos bien establecidos por la comunidad científica, por ejemplo que sea detectada varias veces y desde distintos lugares.
En la última década han aparecido nuevos proyectos SETI basados en la búsqueda de señales ópticas laser artificiales extraterrestres en forma de pulsos muy rápidos que almacenen mensajes o información (lo que se denomina OSETI, Optical SETI). En principio, estas nuevas técnicas no requieren grandes instalaciones puesto que las señales producidas por los laser más potentes de que disponemos podrían ser detectadas por civilizaciones situadas en nuestras cercanías utilizando telescopios con aberturas del orden de un metro. Son varias las instituciones que desarrollan este tipo de proyectos (Harvard-Smithsonian, Berkeley, Observatorio de Lick), aunque siempre financiadas con fondos privados. Tampoco en este caso se ha detectado un candidato confirmado.
SETI parece ser un “apestado” de la financiación pública. Los gobiernos no se atreven a costear actividades científicas cuyos resultados no puedan ser rentables a corto plazo y los científicos no parecen estar dispuestos a dedicar su carrera profesional a algo que puede que nunca obtenga resultados positivos. Es una situación complicada pero entendible.
La realidad es que ni las búsquedas específicas de SETI ni todas las observaciones astronómicas realizadas hasta el momento (cada vez más profundas y extensas) han encontrado ninguna evidencia de que exista inteligencia extraterrestre por allí fuera. Con el paso de los años, tanto la comunidad científica como los interesados se encuentran más decepcionados. Se está extendiendo una sombra de pesimismo y si no se detecta un candidato en un periodo razonable de tiempo es posible que los esfuerzos disminuyan y la actividad SETI languidezca. Esperemos que esto no ocurra. Continuamos a la escucha.
© The Planetary Society
...
César Esteban es Doctor en Astrofísica, Profesor Titular del Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna e investigador adscrito al Instituto de Astrofísica de Canarias.
Entrevista a César Esteban
Ver todos los artículos de César Esteban